Los primeros bostezos de sol la despertaron. El día atrapó a la noche. No se puede vivir en la oscuridad, excepto en Islandia que la noche dura varios días. Hugo no creía en el amor a primera vista ni en las casualidad. Todo ocurría por una razón. Quizás razones que la mente desconocía. Hugo observó la espalda de aquella chica. Penélope, creía. Suave y seductora. Atrás dejó las huellas de los besos de anoche hasta el fin, donde comenzaban las curvas. Los cabellos caían sobre la almohada. Rojizos. Divina. Ella abrió los ojos y sonrió al verlo. Rememorando la noche. Sus labios susurraron unos buenos días pero pronto quedaron sellados por los labios de él. Con fuerza, apasionadamente, evitando esos ojos azules de su mente. Sus cuerpos buscaron el contacto; una fusión, a la vez que sus labios intercambiaban placer. Se movían en una danza descabellada, loca, fiera.
Hugo se levantó despacio. Se habían vuelto a quedar dormidos. Apartó sus brazos, que intentaban aferrarlo a ella. Quizás también buscaba morfina para aliviar el dolor de una ruptura, de un amor no correspondido. Se vistió y la observó por última vez. Tapada entra las sábanas parecía un ángel. Lástima que su corazón estuviera ocupado, sino, la haría su princesa.
Oscuridad salvaje (II)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Datos personales
- Trycia
- Hugo ha desaparecido. No ha dejado ninguna pista de su posible paradero. El detective Edward Marcori se encarga de la investigación...
Con la tecnología de Blogger.
0 comentarios:
Publicar un comentario