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Hoy

Nunca es demasiado tarde para comerte la vida de un solo bocado.

http://www.youtube.com/watch?v=jHDEn3y02EQ

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Oscuridad salvaje (II)

Los primeros bostezos de sol la despertaron. El día atrapó a la noche. No se puede vivir en la oscuridad, excepto en Islandia que la noche dura varios días. Hugo no creía en el amor a primera vista ni en las casualidad. Todo ocurría por una razón. Quizás razones que la mente desconocía. Hugo observó la espalda de aquella chica. Penélope, creía. Suave y seductora. Atrás dejó las huellas de los besos de anoche hasta el fin, donde comenzaban las curvas. Los cabellos caían sobre la almohada. Rojizos. Divina. Ella abrió los ojos y sonrió al verlo. Rememorando la noche. Sus labios susurraron unos buenos días pero pronto quedaron sellados por los labios de él. Con fuerza, apasionadamente, evitando esos ojos azules de su mente. Sus cuerpos buscaron el contacto; una fusión, a la vez que sus labios intercambiaban placer. Se movían en una danza descabellada, loca, fiera.

Hugo se levantó despacio. Se habían vuelto a quedar dormidos. Apartó sus brazos, que intentaban aferrarlo a ella. Quizás también buscaba morfina para aliviar el dolor de una ruptura, de un amor no correspondido. Se vistió y la observó por última vez. Tapada entra las sábanas parecía un ángel. Lástima que su corazón estuviera ocupado, sino, la haría su princesa.

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Oscuridad salvaje

Caía la noche. Caía el oscuro manto sobre la ciudad, adormeciéndola. La oscuridad escondía los pecados y aparecía el lado más salvaje del ser humano, las ganas de libertad, de olvidar. La noche se traga los malos recuerdos y los cubre en su manto. La noche, el día para unos y el sueño para otros. Hugo la observa y se abraza a la luna mientras acaba el tequila. Hoy se ha vestido con sus mejores galas. Llevaba su camisa de la suerte y un brillo en la mirada. Va a por todas. Busca una locura, un efímero contacto sin repercusiones ni notas de futuro. Busca olvidar el mar de sus ojos, sus  curvas, quiere perder el control de sus pensamientos. Y no pierde la esperanza de verla.  Hugo analiza el ambiente. Hay muchas chicas guapas, no sabe cual escoger. ¿Cuál de ellas la sacará de su mente? Probablemente ninguna. Sin embargo, su cuerpo se acerca a una de ellas. Tiene un brillo magnético. Se miran insinuantemente al compás de una música que no escuchan. Más tarde, se empapan de noche y se convierten en sombras, apenas perceptibles por una luna menguante.

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Historias de amor de madrugada (1)

La estación vacía la sobrecogía. Ese vacío entraba en su cuerpo y la inundaba de una profunda tristeza. Tiritó. El vacío penetró en sus huesos. Se arrebujó en su chaqueta y se abrazó a sí misma. Sin embargo, no eran sus propios brazos los que necesitaba en ese momento. No. Y aquello la desolaba más. Dejaba atrás toda una vida. Lo dejaba a él. Suspiró, llevándose quizás, un año más de vida. Apenas llevaba equipaje, una maleta con lo necesario, lo justo para empezar de nuevo. Observó la pantalla, aún quedaba media hora y le parecía una eternidad. O quizás no quería que llegara ese momento. Separarse completamente de él. Era difícil. Significaba cambiarse el corazón, concederle solamente un presente y nada más.
Apareció un anciano en la estación. Ya no estaba sola. Su rostro provisto de arrugas, huellas del pasado, de lo vivido, le sonrió. Sus ojos conferían ánimo, esperanza, simpatía. Un océano tranquilo, sin oleaje. Se sentó en uno de los asientos y ojeó un periódico que sacó de la chaqueta. Datado de 1975. No lo leía, su mirada devoraba las hojas. Qué hombre más extraño. 

-¿Sabe, señorita, qué Franco ha muerto?-su voz la sobresaltó. Firme y débil, tenue y decidida. 
-No señor, ¿cuándo fue?
-¿Pero usted en qué mundo vive, mujer? ¿Es qué no lee los periódicos? ¡Ayer mismo!
-Ayer no estaba yo para entarme de muchas cosas...-volvió a suspirar.
-Si me permite la intromisión, ¿por qué?
-Porque ayer estuve comiendo chocolate para ver si mi mundo volvía a sostenerse.
-¿Mal de amores, señorita?
Asintió, sonriendo tristemente.
-Muchacha, no se entristezca ni se desplome. Ese chico no te merece querida, ¡ no sabe lo que se pierde! Debe de ser un demonio, ¿cómo se le puede hacer daño a un ángel como usted? 

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Diario de la desolación

El silencio los atrapó. Los encontró abrazados, intentando sobrevivir en ese desierto. Los pilló desprevenidos y fue mezclándose entre ellos. El silencio puso una fecha de caducidad a esa relación. Las palabras, así como los besos y las caricias a la luna llena se fueron disipando. Enero. Febrero. Marzo... Un "hola, ¿qué tal?" se convirtió en cotidianidad. Abril. Una discusión. Mayo. Más palabras de odio. Junio. Se relajaron y se pidieron perdón. Julio. A pesar de todo, algo se había roto. Julio. Quizás fuera el corazón. Y si era así, no había reparación para ello. Agosto. Las discusiones vuelven a llamar a la puerta. Septiembre. Ya no podían más. Octubre. Miradas incómodas llenas de palabras perdidas. Noviembre. Y comienzan a buscar la felicidad en otras personas. Diciembre. Adiós.