¿sí?

Carla cerró los ojos. No necesitaba verlo para sentir su presencia. Magnética, luminosa, abrumadora. Una vorágine de sentimientos la inundó. Rabia, dolor, odio, alegría, esperanza, locura. Pero, sobre todo, amor. Lo odiaba y lo amaba. Odiaba cuando se olvidaba de ella, cuando no le dirigía ninguna caricia y lo amaba cada vez que la miraba. Sólo necesitaba una sonrisa suya, su mirada, para que el día fuera bonito. Él, que no tenía nada especial y lo era todo para ella. Todos los días conseguía hacerla reír, dejando un recuerdo. Y allí estaban como cada día. Abrió los ojos y lo miró de reojo. Se encontró con su mirada. Saltaron chispas. Azul y verde. Océano y selva. Tierra y mar. Infinito. Carla bajó los ojos y él rió.

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