La vida y su obra están estrechamente unidas. Una vida, llena de amor y de dolor. El verdadero amor llegó a su vida con Josefina Manresa. Trabajaba en un taller de costura en Orihuela y marcaba el prototipo de mujer que estaba buscando en esos momentos. Sin embargo, Madrid los distanció. Él busco otras mujeres. Pero finalmente volvió con ella, con su amada. Surge la famosa pena hernandiana. Una pena que surge por la no realización del amor, por la retención del deseo erótico que sólo remitirá cuando el amado se una con la amada.
La muerte siempre ha estado presente en su vida. La muerte de su hermana, de su gran amigo Ramón Sijé, su primer hijo que murió a los diez meses de edad... Siempre ha tenido el presentimiento de que estaba a la vuelta de la esquina.
En 1936 se une al bando republicano y tiene la esperanza en la victoria. Miguel está feliz porque por fin ha conseguido sembrar la vida en el vientre de su esposa. Confiesa que a ella le ha de dedicar la vida que las balas quieren arrebatarle. De ahí que, sabiendo que va a ser padre, encuentro un nuevo sentido a la lucha, pues ahora más que nunca necesita matar para seguir viviendo. En el Hombre acecha podemos comprobar a un Miguel Hernández pesimista, que ve como la guerra camina hacia la derrota, la muerte de su hijo... Sin embargo, no pierde la esperanza. Tiene la esperanza en una felicidad futura, el ansiodo reencuentro con su amada. Finalmente, Miguel es detenido cuando regresa a Orihuela y comienza así un viaje carcelario que concluye en Alicante con su muerte. En esta época, vuelve a la vida pues su esperanza está en el amor.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
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