Vivimos en un país de privilegiados. Contando el dinero que llevas en el bolsillo te definirán como persona. ¿Qué no tienes nada? Pues aléjate del Primer Mundo y vete a la tercera categoría. El dinero marca la calidad de las personas y de su vida. Un sólo mundo y dos realidades bien distintas. El sol brilla radiante entre los privilegiados y la noche escondo los horrores de los pobres. Y mientras, el más poderoso de todos, ambiciona más dinero y más y más.
Algunos países están rompiendo sus ataduras. Ellos también tienen derecho a ser libres. A considerar lo que es bueno para su pueblo, aunque esté mal. La sumisión se está acabando, señores. Se han dado cuenta de que para crecer como país, deben eliminar las dictaduras. Máxima represión del individuo. Censura del pensamiento. Los pueblos luchan por sus derechos. Ellos también quieren ser un pueblo libre, rico, democrático. Basta ya de tantas muertas injustificadas, de no ser quien queremos ser, de no poder asociarnos, de no pensar. Basta ya de terroristas, de guerras, de los beneficios a costa del pueblo.
El poder debe estar en el pueblo. Ellos y ellas forman la nación, la vida del país. Ellos, gracias sus esfuerzos darán riqueza a un país paralizado por un totalitario. Porque esos hombres y mujeres que están en la calla, clamando libertad, a pesar de las bombas, son unos verdaderos héroes. Héroes anónimos que nadie sabrá su nombre y posiblemente mañana ya estarán muertos. Pero a pesar de esto, la lucha tiene sentido. Lucha contra el mundo, contra la concepción del país y el aparante orden de clases. La historia está en ellos y ya es hora de pasar página. Hacia la libertad.
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida. Miguel de Cervantes Saavedra